El trabajo esencial de las educadoras del aula de bebés
Cuando llega el momento de la “graduación” del primer ciclo de Infantil es muy habitual que las últimas tutoras del alumnado se lleven los más cariñosos regalos y detalles de las familias. Como los niños y niñas a medida que van creciendo transmiten mucho más en casa sobre el trabajo en la escuela, da la sensación de que es con la tutora de 2 a 3 años con la que más complicidad han tenido y con la que más han aprendido. Sin embargo, el conjunto de logros alcanzados al final del ciclo es posible gracias a las bases establecidas previamente, labor que comienza en el aula de bebés.
Al dejar a nuestro bebé en la escuela infantil sentimos ansiedad, sobre todo planteándonos preguntas sobre su bienestar físico y emocional. ¿Se pondrá enfermo muy a menudo? ¿Comerá igual que en casa? ¿Le prestarán la suficiente atención? Al pasar el tiempo y observar que el pequeño se queda feliz con su educadora, nos sentimos tranquilos y satisfechos con el servicio. Sin embargo, no es frecuente reflexionar acerca de lo que el bebé está aprendiendo durante ese período. Bajo el pensamiento de que “los niños son como esponjas” entendemos que el desarrollo del primer año es común para todos. La realidad es que los cursos posteriores revelan con claridad las diferencias entre los escolares que han asistido previamente a la escuela y los que no.
En Trastes Centros de Educación Infantil trabajamos con técnicas de estimulación temprana, para sacar el máximo partido de la potencialidad que tiene el cerebro a esa tan corta edad. Por eso ya desde el aula de bebés les proyectamos bits de inteligencia, desde este curso íntegramente en inglés. Dos veces en cada jornada ven sesiones de bits de unos dos minutos de duración, que les acercan conceptos que son nuevos para ellos: incluyen bits matemáticos (números), bits de lectoescritura (palabras en su versión oral y escrita) y bits enciclopédicos (imágenes de conceptos tan variados como pueden ser objetos cotidianos, emociones, partes del cuerpo, animales, deportes, plantas, etc.).
Con el alumnado de 0 a 1 año se celebra una asamblea diaria, igual que en las restantes aulas. Obviamente el diálogo no es lo que se busca, pero sí incentivar el conocimiento de uno mismo y del mundo que nos rodea, mediante objetos cotidianos. Les hablamos, les ponemos música, hacemos gestos y movimientos, nos familiarizamos con la expresión facial y corporal…
La música es un elemento que está muy presente en el aula de bebés, pues además de servirnos para su estimulación auditiva con ella trabajamos el ritmo, la diferencia entre sonido y silencio, y por supuesto la relajación. En nuestra actividad de masaje, que tenemos con cada bebé todas las semanas, los sentidos del oído y el tacto son los protagonistas. Ambos sentidos son fundamentales en esta franja de edad, puesto que les canalizan una inmensa cantidad de información en relación al resto de los sentidos: información sobre su propio cuerpo, sobre el de sus seres más allegados, sobre los objetos que tienen a su alcance y el espacio físico en el que están en cada momento.
Por supuesto, todo el trabajo auditivo que se realiza en el aula está puesto en relación con el desarrollo del lenguaje, pues los bebés primero aprenden a escuchar y a entender, progresivamente van aprendiendo a reproducir sonidos y a repetirlos a su antojo. Solo desde esta base comenzarán mucho después a intentar pronunciar palabras. Por ello es importante que escuchen hablar inglés ya desde los primeros meses de vida, idioma con el que se van familiarizando de forma natural.
Como no podía ser de otra manera, los bebés también desarrollan en el aula multitud de actividades para favorecer su desarrollo psicomotriz, tanto del cuerpo en general (equilibrio y coordinación) como el más preciso de sus manos y deditos. La imagen superior muestra un ejemplo de hace unos días de Trastes Las Tablas (Madrid). Los niños y niñas han participado en una actividad de pintura con rodillos. Numerosos aprendizajes confluyen en este tipo de trabajos: la psicomotricidad fina y gruesa, la discriminación cromática, la experimentación con texturas… Esto es posible porque su educadora ha elaborado una programación educativa para la jornada, pensada para trabajar dichos aprendizajes.
En nuestro empeño por la profesionalización de la educación infantil de primer ciclo, hacemos pues desde estas líneas un llamamiento a la reflexión sobre el trabajo de nuestras profesionales de las aulas de 0-1, que hacen bastante más que “cambiar pañales y dar biberones”, al contrario de lo que mucha gente piensa.