Cómo ayudar a nuestro pequeño si tiene terrores nocturnos

/ julio 28, 2017/ Escuela de familias

De todos los trastornos del sueño, los terrores nocturnos son la manifestación más inquietante. En la mayoría de los casos cesan después de los 6 años. Ante problemas como este a los padres nos resulta útil acudir a bibliografía didáctica que nos explique pormenorizadamente estos procesos y nos ofrezca pautas para ayudar a nuestro hijo o hija. El título ¿Qué hay en su cabecita?, de la colección Guías de psicología del bebé y del niño(link is external) (Sfera Editores), es una de las obras que profundiza en las pesadillas y terrores nocturnos.

Los terrores nocturnos suelen producirse al acabar el primer ciclo del sueño, aproximadamente una hora después de caer dormido. La mencionada guía describe así el proceso: El niño parece estar dormido y despierto al mismo tiempo: se agita, pronuncia palabras incomprensibles sin dejar de dormir o se sienta en la cama, mira a su alrededor con la mirada vacía y luego parece reanudar el sueño que, en realidad, nunca se ha interrumpido. A veces se despierta gritando, pide ayuda, está aterrorizado, suda copiosamente y el corazón le late con furia. Aún así, sigue durmiendo.

Generalmente, los terrores nocturnos duran entre diez y treinta minutos. Al final de la crisis el niño sigue durmiendo y por la mañana no recuerda nada. Se estima que los sufren un 6% de los niños, y es más frecuente en niños que en niñas. Se recomienda que si continúan después de los 6 años se pida consejo al pediatra o a un experto. Se cree que los terrores nocturnos se deben a una inmadurez momentánea del sistema nervioso, que a menudo se trata de una característica hereditaria. En muchos casos están provocados por un estado de cansancio excesivo, por ruidos externos inquietantes o por una situación de estrés. Los expertos recomiendan para prevenirlos seguir rituales tranquilizadores a la hora de llevar al pequeño a la cama: acariciarle, ponerle música relajante, dejar una pequeña luz encendida… Todos los pediatras coinciden en aconsejar que no se intervenga mientras se producen, es decir, dejar que el niño siga durmiendo. Lo único que debe hacerse es permanecer a su lado para controlar que no se haga daño, abrazarle y acunarle dulcemente. Tratar de despertarle podría ocasionar que el niño se angustiase más.

Si el niño se despierta recordando una pesadilla, no debemos burlarnos de él o recurrir a frases como «No nay nada que temer». Debemos permitir que vuelva despacio a la realidad y que pueda explicar lo que le sucede, sin negar su miedo, pues para él el miedo es real, más allá de que exista una causa real o no. Por ello es recomendable preguntarle por la pesadilla, hacer que exprese cómo es el monstruo o situación que le asusta. Antes de ir a cama debemos tranquilizarle y asegurarle que estamos siempre cerca para velar por él. Mostraremos comprensión pero sin actitudes paternalistas, hay que explicarle que a veces nuestro cerebro nos muestra cosas que no son reales, como si nos pusiese una película. Una vez esté tranquilo, no debemos proponerle que se quede despierto ni alargar el ritual de ir a dormir, sino comunicarle que podrá superarlo.

El Proyecto Educativo de Trastes concede una vital importancia a la comunicación fluida con las familias, porque saber de las experiencias del alumnado en su hogar es fundamental para comprender su comportamiento y progreso en el aula. Por ello si vuestro hijo o hija sufre terrores nocturnos o pesadillas es conveniente que informéis a la escuela a través del informe diario, o bien por supuesto hablándolo personalmente con la tutora.