Érase una vez, en un bonito lugar llamado Barcelona, un apuesto joven al que le encantaba pintar, su nombre era Joan Miró. Le gustaba tanto pintar y lo hacía tan bien, que le pidió permiso a su papá para poder ir a otra escuela de noche, una escuela donde le enseñaran a usar todos los colores (rojo, azul, amarillo, verde, negro…) y todas las formas (cuadrado, círculos, rectángulos…), y así sus dibujos y esculturas serían las más bonitas. Esta escuela se llamaba la Llotja.
Pasaron unos años y Joan conoció a una bella joven, Pilar Juncola, con la que se casó. Joan Miró y su mujer se fueron a vivir a una ciudad de otro pais que se llamaba Paris y tuvieron una hija llamada María Dolors Miró. En Paris, Miró conoció a muchos amigos a los que les encantaba hacer lo mismo que él: pintar. Y se les daba genial, como André Masso, Max Jacob, Pablo Picasso…
Pasado un tiempo, Miró y su familia decidieron volver a España, y se fueron a vivir a Palma de Mallorca. Durante el resto de su vida siguió pintando, haciendo grandes esculturas, cerámica… Y gracias a haber estudiado mucho en las escuelas y haber sido tan aplicado, cuando se hizo mayor fue uno de los mejores artistas de su época.
En Trastes Santiago esta semana ha sido dedicada a Miró. Los niños y niñas han tenido ocasión de observar sus láminas. Analizaron qué colores utilizaba, qué cosas pintaba, qué emociones nos transmiten sus obras… Sus trabajos se basan en la imaginación y los sueños, por eso creemos que encaja perfectamente con los rasgos psicológicos de los niños a estas edades, convirtiéndose en su pintor preferido hasta el momento. ¡¡¡Y como no!!! Lo celebramos creando nuestra paleta de pintor profesional.
Cuento y explicación pedagógica de Begoña Mata Iglesias, directora de Trastes Santiago.